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El Principio antr�pico como fulcro
Dr. F�lix E. F. Larocca


El Principio antr�pico (Pa) constituye una formulaci�n cient�fica de introducci�n reciente que analiza la relaci�n que existe entre el ser humano y el universo en que vive. Este principio hace su aparici�n en los a�os 70s en el campo de la Cosmolog�a como resultado de los esfuerzos de un grupo de cient�ficos de distintas ramas del saber y orientaciones diversas.

Pa mantiene que el universo tiende a preservar la existencia de lo humano. Haciendo posible la expresi�n de la vida y a mantenerla en evoluci�n constante hasta alcanzar la meta del entendimiento propio que la consciencia, como auto-conocimiento, representa.

Hay fen�menos f�sicos, de extraordinaria naturaleza que en sus actividades soportan esta noci�n de la preservaci�n de la existencia misma en la configuraci�n de las leyes que rigen el equilibrio del cosmos. Por ejemplo, si el agua al congelarse, en lugar de flotar, cuando se convierte en hielo, se solidificara como una roca, los oc�anos no existir�an haciendo de la vida un fen�meno imposible --- pero no es as� --- El hielo flota en aguas cuyas temperaturas son m�s bajas que la del t�mpano flotante --- Lo hace, por razones tan sorprendentes para el cient�fico, como son las causas del equilibrio sutil que mantiene otras constantes universales estables.

El significado, la validez y la capacidad heur�stica del Pa produjeron, cuando se propagaron, un acalorado debate que en poco tiempo trascendi� el c�rculo de especialistas que la propusieran para llegar a otras categor�as de intelectuales, como fil�sofos y pol�ticos. Hoy su prestancia atrae el inter�s del p�blico cultivado por razones �tico/filos�ficas.

Este marcado inter�s y la fuerte controversia engendrada, se deben probablemente al hecho de que las implicaciones de este principio tuvieron reverberaci�n en campos muy alejados de la Cosmolog�a. El Pa --- al menos en algunas de sus formulaciones definidas como "fuertes" --- constituye efectivamente la superaci�n y hasta podr�a decirse la inversi�n de la visi�n tradicional de la relaci�n entre el ser humano y el cosmos que la ciencia ha elaborado durante los �ltimos siglos y que ha pasado a formar parte del sistema de creencias b�sico de Occidente.

En la Cosmolog�a cient�fica tradicional, el ser humano se concibe como ser puramente natural, como un fen�meno animado que representa un producto secundario y accidental de la evoluci�n de la materia. Esta visi�n considera a la consciencia, fen�meno psicol�gico, como el resultado de una estructuraci�n compleja de la masa cerebral, o como producto de organizaciones moleculares espec�ficas que se han ido constituyendo durante millones de a�os por mutaciones casuales y por selecci�n en funci�n de las condiciones ambientales presentes. Entonces, el proceso evolutivo de la materia, desde el big-bang hasta el ser humano de hoy, es considerado un proceso puramente fortuito, sin finalidad alguna, determinado por el proceso y la implacable inmanencia de leyes f�sicas.

Seg�n el Segundo Principio de la Termodin�mica � o Principio de la Entrop�a - que todav�a representa uno de los ejes centrales de la visi�n cient�fica actual - existe una direcci�n irreversible en la evoluci�n del universo, siempre que �ste sea concebido como un sistema termodin�micamente cerrado. Tal progresi�n llevar� necesariamente, aunque no se sepa cuando, a la llamada "muerte entr�pica", es decir a la desaparici�n de todo orden, de toda estructura organizada, a una situaci�n indiferenciada en la que todas las part�culas constituyentes de la materia se encontrar�n en la misma situaci�n energ�tica de desorden y caos primordiales.

Por el contrario, algunas de las formulaciones "fuertes" del Pa sugieren que la consciencia no es el resultado casual de la evoluci�n de la materia, sino que constituye el punto de llegada de una historia c�smica que apuntaba precisamente a ese fin. Es decir que si el universo ha ido evolucionando hasta ser lo que hoy es, es porque de ese modo ha dado lugar al surgimiento de la consciencia como corolario natural a la ocurrencia del ser humano.

En otras palabras, el Pa celebra en su esencia el hecho de que existimos, porque es inmanente que as�a sea.
El Pa postula la existencia de una uni�n indisoluble entre el cosmos y la consciencia de quien o quienes lo observan, traduciendo as� este aspecto central de la mec�nica qu�ntica al campo de la Cosmolog�a. El Pa establece un origen com�n al universo, a los cuerpos que lo llenan y los seres que en �ste hacen su morada como seres vivientes.

Para comprender mejor todo esto, y sin necesariamente entrar en detalles, es preciso trazar una breve historia de c�mo se va modificando la visi�n cient�fica y la funci�n del observador a medida que avanzan las fronteras de la f�sica en el mundo at�mico y subat�mico.

El rol determinante del observador en la mec�nica qu�ntica
a fines del 1800, cuando el entusiasmo del positivismo alcanzaba su apogeo, las bases te�rico-experimentales, que eran la referencia de todo conocimiento sobre el mundo, se reduc�an a la mec�nica de Newton y las ecuaciones de Maxwell en el campo electromagn�tico. Empero se cre�a, entonces, que era posible poder dar respuesta a todas las preguntas. Porque entonces, asimismo se cre�a que hab�amos llegado a conocer todos los hechos fundamentales. Tal fantas�a fue r�pidamente revisada y a partir del 1900 han ocurrido una serie de peque�as y grandes revoluciones.

La teor�a de la relatividad de Einstein (1905) llev� a redefinir completamente el concepto de espacio y de tiempo. Es precisamente en esta teor�a, y en particular en la discusi�n sobre la idea de contemporaneidad, que reaparece el observador como uno de los temas ineludibles de la reflexi�n sobre los conceptos f�sicos fundamentales, como lo son el espacio y el tiempo. Einstein establece que dos eventos se pueden considerar contempor�neos no en sentido absoluto -como si se dieran en una suerte de tiempo objetivo que marca su acontecer- sino s�lo en relaci�n a un observador colocado en un sistema espec�fico de referencia espacial. Los mismos eventos resultar�an no contempor�neos para otro observador situado en otro sistema de referencias.

Pero es con la mec�nica qu�ntica que desaparece la idea de un observador independiente del fen�meno observado. La mec�nica qu�ntica es la teor�a que describe el comportamiento de sistemas f�sicos a partir del mundo at�mico y subat�mico. Es una teor�a que pr�ctica, que ha sido comprobada y que ha entrado en nuestros hogares con los transistores, los circuitos integrados, el l�ser, las computadoras y casi todas las invenciones modernas. Sin embargo, sus fundamentos est�n muy alejados, no s�lo del sentido com�n, sino tambi�n de la tradici�n del pensamiento cient�fico. Las consecuencias de algunos de sus principios b�sicos generan a�n hoy una cierta perplejidad y necesitan un ulterior esclarecimiento.

En esto se parece a la religi�n
En la mec�nica qu�ntica, los conceptos tradicionales de posici�n, velocidad, trayectoria, tiempo y energ�a pierden su significado ordinario, transform�ndose completamente mientras adquieren una naturaleza probabilista.

Desde el momento mismo de su presentaci�n, la mec�nica qu�ntica gener� un continuo y profundo debate. Sin embargo, la mayor�a de los f�sicos ha preferido adoptar la actitud de ignorar los problemas conceptuales que plantea y la han utilizado simplemente como instrumento �til para realizar previsiones te�ricas, como una especie de "galera m�gica", aun a pesar de una serie de aparentes paradojas entre las cuales la m�s digna de menci�n es la c�lebre Paradoja de Einstein, Rosen, Podonsky.

La desconcertante Teor�a del Enmara�o --- la �telepat�a� del Cosmos
Consideremos cualquier proceso f�sico en el cual se generan dos part�culas id�nticas que se alejan una de la otra a la misma velocidad pero en direcci�n opuesta. Se ha comprobado experimentalmente que cuando una de ellas llega al detector de part�culas no s�lo se produce la "reducci�n" de su funci�n de onda, sino que tambi�n, "instant�neamente", la otra part�cula sufre una suerte an�loga aunque se encuentre a a�os luz de distancia.

En otros t�rminos, una �nica funci�n de ondas describe el sistema constituido por las dos part�culas hasta el momento en que se efect�a la observaci�n. Cuando se detecta a una de ellas, se produce la "reducci�n" de toda la funci�n de onda, con lo que tambi�n la otra part�cula -por m�s alejada que est�- se encontrar� "instant�neamente" en un estado bien preciso y complementario con respecto a la primera part�cula.

Este estado se conoce como la Teor�a del Enmara�o. La pregunta que inmediatamente surge es: �Qu� es lo que permite a las dos part�culas, independientemente del espacio recorrido, mantener una memoria del origen com�n? En el universo que nos rodea hay una continua agregaci�n y disgregaci�n de materia: �deber�amos por lo tanto pensar que toda cosa en el universo est� de alguna manera relacionada con todo lo dem�s? Y �porqu� no, si todos tenemos un origen com�n?

El fondo del Universo
Es este tipo entendimiento, de que no es posible ignorar el acto intencional de la observaci�n en la f�sica, el que nos advierte que no es posible ignorar la observaci�n y los observadores en las actividades complejas del esp�ritu del ser humano.
No es posible que haya terapia sin terapeuta, ni consciencia sin un ego observador.

El Principio antr�pico
En los a�os 30 el famoso f�sico P. Dirac descubri� que exist�a una singular relaci�n matem�tica, una "extra�a coincidencia", entre magnitudes f�sicas muy diferentes entre s�. �l not� que la ra�z cuadrada del n�mero estimado de part�culas presentes en el universo observable, es igual a la relaci�n entre la fuerza electromagn�tica y la fuerza gravitacional entre dos protones. Esta relaci�n es sorprendente porque se da entre dos cantidades muy diversas entre s�: mientras la relaci�n entre las fuerzas electromagn�tica y gravitacional es una constante universal que no cambia en el tiempo, el n�mero de part�culas en el universo observable var�a en funci�n de la evoluci�n del universo mismo, en funci�n del momento en que realiza la observaci�n. La conclusi�n de Dirac fue que la relaci�n entre estas dos fuerzas no era constante, sino que cambiaba de acuerdo a los tiempos cosmol�gicos y que, por lo tanto, hab�a que revisar algunas de las leyes fundamentales de la f�sica.

a finales de los a�os 50, R. H. Dicke demostr� que las conclusiones a las que hab�a llegado Dirac non eran correctas. La sorprendente coincidencia descubierta por Dirac no era verdadera en absoluto, sino que se verificaba solamente en una fase precisa de la evoluci�n de las estrellas y de la historia del universo, una fase que corresponde a una espec�fica abundancia de algunos elementos at�micos -sobre todo carbono- que son los constituyentes b�sicos de los organismos vivientes. Este hecho es de importancia porque del carbono de donde el �soplo de la vida� provino.

agujero negro
El Pa d�bil no es un principio epist�mico sino simplemente un principio metodol�gico que nos puede ser �til para evitar errores de interpretaci�n y de generalizaci�n en nuestras observaciones, y para definir claramente el alcance y el contexto de las mismas. Nos est� diciendo que ninguna teor�a cosmol�gica podr� ignorar el proceso que ha cumplido el universo para llegar hasta nosotros. Nosotros somos parte de este proceso y nuestro modo de ver las cosas est� condicionado por todo lo que ha ocurrido en tiempos cosmol�gicos. Nosotros observamos al universo desde una ventana temporal bien delimitada en la historia del universo mismo, y esa ventana no podr�a existir antes de que se dieran las condiciones para nuestra existencia.

El origen de la vida
Seg�n las teor�as actualmente aceptadas, hace unos 17.000 millones de a�os, el universo comienza con el big-bang, la explosi�n primordial -una singularidad, una fluctuaci�n qu�ntica del espacio-tiempo, como la llaman, que se produjo cuando toda la materia estaba concentrada en un s�lo punto. La temperatura y la densidad eran inconmensurables. Inicialmente se formaron s�lo �tomos de hidr�geno y helio. Los efectos de la explosi�n, seg�n esta teor�a, son detectables a�n hoy mientras el universo contin�a expandi�ndose. En tanto, mientras la temperatura disminu�a y la materia se compactaba, se formaron nubes de gas bajo la acci�n creciente de la fuerza de gravedad hasta alcanzar densidades de una magnitud tal capaz de producir la fusi�n de los n�cleos at�micos. Se formaron as� las primeras estrellas en un sorprendente equilibrio entre la fuerza de gravedad implosiva y la energ�a nuclear explosiva liberada por la fusi�n. adem�s de energ�a, la fusi�n determin� la constituci�n de todos los dem�s n�cleos at�micos, entre los cuales, se hallar�an los n�cleos de carbono. El ciclo de estas estrellas de primera generaci�n termin� cuando se consumi� todo el combustible nuclear y la fuerza de gravedad se impuso, haci�ndolas colapsar y provocando su explosi�n final. Los �tomos que se hab�an producido en el crisol estelar se diseminaron y comenz� un nuevo ciclo, con otras estrellas, entre ellas nuestro Sol, y alrededor de las estrellas, planetas, entre ellos nuestra Tierra.

Las constantes universales
a este punto podemos preguntarnos qu� pasar�a, o qu� habr�a pasado, si las constantes fundamentales tuvieran valores diferentes a los que conocemos. Podemos prever qu� tipo de universo tendr�amos si a esas constantes se les atribuyeran valores escasamente distintos de los valores medidos. El resultado de estos c�lculos muestra que la evoluci�n del universo se alterar�a completamente y, en pr�ctica, no se dar�an las condiciones que han dado origen a vida en la Tierra. Una menor densidad de materia, por ejemplo, no habr�a permitido la formaci�n de las estrellas. Una densidad mayor habr�a generado agujeros negros y no estrellas.

ahora bien, suponiendo que las estrellas se formaran, una diversa intensidad de las fuerzas gravitacionales o nucleares habr�a lo trastornado catastr�ficamente hasta impedir ese delicado equilibrio entre gravedad y fuerza nuclear que permite que la estrella dure el tiempo necesario para producir la sustancia de la cual estamos hechos o para dar energ�a a un planeta como la Tierra para que en el mismo se desarrolle la vida.

Limit�ndonos al �mbito cosmol�gico, la lista de propiedades antr�picas sin las cuales la vida no podr�a existir es impresionante. Veamos algunos ejemplos.
Consideremos los protones, los electrones y los neutrones. Si imprevistamente la masa total del prot�n y del electr�n aumentara un poco con respecto a la masa del neutr�n, el efecto ser�a devastador: el �tomo de hidr�geno se volver�a inestable, todos los �tomos de hidr�geno se disgregar�an inmediatamente en forma de neutrones y neutrinos; sin carburante nuclear, el sol colapsar�a --- todas las dem�s estrellas seguir�an la misma suerte.

Otro ejemplo. Los �tomos de ox�geno y carbono existen en proporci�n similar en la materia viviente y, a escala m�s amplia, en todo el universo. Es posible imaginar la vida en un universo con un discreto desequilibrio entre ox�geno y carbono, pero un desequilibrio muy grande impedir�a su existencia. Rocas y suelos con un fuerte exceso de ox�geno quemar�an cualquier sustancia qu�mica hecha de carbono con la que entrasen en contacto.

Estas dimensiones infinitas fueron precisamente las que los te�logos usar�an para describir la inconmensurable naturaleza de la Divinidad.
Frente a una cifra tal, hay quienes otorgan a este hecho un significado no casual y ven al Pa fuerte como la expresi�n de un proyecto, de una teleolog�a (es decir, de una finalidad) en la historia del universo: toda la evoluci�n c�smica estar�a orientada, desde sus albores, a la aparici�n de la vida y la consciencia, como funci�n espec�fica de la actividad cerebral del ser humano.

Hay quien va m�s all� y ve en el Pa fuerte la confirmaci�n "cient�fica" de ideas y creencias religiosas tradicionales. Se ha llegado al punto de recurrir al principio en tratados de teolog�a para justificar antiguas cosmolog�as en una mezcla de ciencia y religi�n, en la que una queda supeditada a la otra. Impl�citamente (y a veces en forma expl�cita) se sostiene que los modelos elaborados en f�sica, sobre todo si se refieren a la g�nesis del universo, deben ser compatibles con los esquemas teol�gicos.

�Qu� nos reserva el futuro? �Cu�l ser� la evoluci�n del universo seg�n las teor�as cosmol�gicas? �Qu� podemos esperar de tales teor�as? �Qu� ser� de nosotros?
De acuerdo al modelo est�ndar del big-bang hay dos tipos posibles de evoluci�n seg�n la cantidad total de materia presente en el universo: la expansi�n se detendr� y el proceso se invertir� hasta terminar en un catastr�fico big-Crunch, o la expansi�n continuar� indefinidamente hasta la "muerte entr�pica". En ambos casos, ning�n tipo de vida podr� sobrevivir. Pero la fantas�a de los f�sicos nos ayuda nuevamente a salir del paso: se conjetura que el hombre lograr� adaptarse a esta condici�n extrema, transfiri�ndose eventualmente a formas de vida no biol�gicas producto de la tecnolog�a.

�Sue�os!
Muchas de las coincidencias antr�picas que hemos mencionado (por ejemplo, aqu�llas asociadas a la evoluci�n estelar y a la formaci�n del carbono) subsisten en nuevos modelos, mientras que ser�a muy dif�cil aplicar el concepto de "muerte entr�pica" en un universo infinito. a decir verdad, aun en el modelo est�ndar de big-bang muchos consideran que no es exacto hablar de "muerte entr�pica". Este concepto se asocia a una visi�n de la entrop�a del siglo XIX, ligada a la termodin�mica cl�sica de los estados de equilibrio como Newton la formulara.
De todas maneras, una ecuaci�n universal ser�a una teor�a matem�tica, y por tanto, una teor�a del "c�mo" y no del "por qu�". En cuanto teor�a matem�tica del universo entero formulada por un ser que es parte integrante de ese universo, ser�a tambi�n una teor�a del hombre, su creador, porque en su experiencia este universo reside.

En tanto, el Principio antr�pico -en todas sus variantes- sugiere que toda teor�a f�sica futura no podr� ignorar el rol del observador en modo expl�cito. Como hemos dicho m�s de una vez aqu�, la centralidad del observador, es decir, de la consciencia humana, parece ser una constante que est� surgiendo en varios campos de las ciencias f�sicas y de la neurociencia.

En resumen
Sentado pasivamente contemplando la majestad, el orden y la compleja belleza de nuestro Universo, el ser humano ha alcanzado dimensiones inimaginables de introspecciones acerca de nuestros or�genes y de nuestra naturaleza c�smica. Sin embargo, nuestros conocimientos y nuestros logros, excepcionales como son para un mero ser vivo, no han logrado obtener, con permanente precisi�n y certeza, las respuestas a las preguntas fundamentales que siempre hacemos: �De d�nde venimos? �Hacia d�nde vamos? �Existe un Dios? --- y, para quienes en �l creen, �d�nde est� y c�mo lo alcanzamos?
Para quienes practican la psicoterapia, ciencia y arte que pondera y examina los fen�menos m�s esot�ricos, inexplicables y rec�nditos de la mente, como es el de la consciencia; un entendimiento, aunque sea somero, de nuestro pasado sideral es digno de nuestro mayor inter�s.
El terapeuta es el observador, y por medio de la transferencia contratransferencia es el observador de un universo interior que, por medio de los mecanismos ps�quicos lo comunica con la inmensidad del universo al que todos conformamos.
Cuando contemplamos, ignorando nuestras fortalezas indecibles y fragilidades naturales. Nuestras flaquezas y la futilidad aparente de todo lo que nos rodea, nos queda como recurso el hacer todo lo posible para entendernos a nosotros mismos, algo que el bardo, Lope de Vega, nos recuerda cuando nos amonesta con estas sabias palabras: �camina mejor, quien va mirando las estrellas��

Referencias

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barrow, J.D., Pi in the sky: counting, thinking, and being. 1992, Oxford New York: Clarendon Press; Oxford University Press. ix, 317
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barrow, J.D., Cosmology and the Origin of Life. Physics preprint archive, 1998. astro-ph/9811461(30 Nov 1998)
bell, J.S: On the Einstein-Poldolsky-Rosen paradox, Physics 1 195 (1964).
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Gale, G., The anthropic Principle. Scientific american, 1981. 245 (June): p. 154-171
Greenberg, M., apocalypse Not Just Now. London Review of books, 1999. 1 July 1999: p. 19-22
Hoefer, C., On Lewis' objective chance: 'Humean supervenience debugged'. Mind, 1997. 106(422): p. 321-34
Larocca, F. E. F: La Teolog�a de la Relatividad 2007 (Psikis)
Larocca, F. E. L: El Principio F�sico de la Entrop�a y sus aplicaciones al Entendimiento de las Incertidumbres Humanas
Leslie, J., The anthropic Principle Today, in Final causality in Nature and Human affairs, R. Hassing, Editor. 1996, catholic University Press: Washington, DC
Smolin, L., The life of the cosmos. 1997, New York: Oxford University Press

Un agradecimiento muy especial al Dr. F�lix E. F. Larocca por su colaboraci�n con este portal y sobretodo por el contenido tan bien realizado esperamos sea de gran ayuda a la juventud de Hispanoamerica .
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